jueves, 19 de diciembre de 2013




Cuentos de NavidadPedro llevaba viviendo en la calle alrededor de cinco años, todo lo que alguna vez había tenido lo había perdido en una apuesta de un juego de cartas, le resultó tan mal aquella apuesta que incluso perdió a su esposa…

Para él lo único que importaba ahora era encontrar algo que comer, algo de tomar y un buen refugio donde dormir, pero la ciudad cada vez le arrebataba más oportunidades e incluso los perros que tenía los tuvo que sacrificar debido a que no les podía dar comida.

Vivía muy triste Pedro, la melancolía le llenaba de lágrimas su rostro durante las noches pero aún así siempre se despertaba muy temprano ya que “tenía cosas que hacer”. Nunca perdió la esperanza de volver a poner un negocio y si se podía ¿por qué no?… volver a casarse.

Los casi sesenta años de Pedro le costaban mucho ya que se sentía cansado, pero aun así todos los días buscaba trabajo. Entonces un día de Diciembre encontró algo parecido a un trabajo…

Mientras que buscaba entre la basura de una bodega abandonada se encontró con una bicicleta muy bonita pero muy vieja, tenía una caja enorme en la parte de enfrente, perfecta para su edad y para su ansiedad de encontrar trabajo.

La sacó de la bodega sin que nadie viera, pero además a nadie le hubiera importado esa bicicleta que parecía chatarra. En la noche tuvo un sueño muy especial, soñó que alguien le daba la dirección de un lugar donde podía comprar garrafones de agua para revenderlos después en una colonia, incluso le dijo por donde estaba la colonia en la que debía de trabajar, al final esa persona que vio en el sueño le dijo que “ese era su regalo de navidad”… y con su bicicleta podría reinventar su vida ahora.

Mira otro cuento de Navidad pero ahora en Video, hecho por Disney, se llama Pequeño el burrito de Navidad:

El regaloCierta vez, cuando llegaron los días próximos a la fiesta de Navidad. Patricia y Federico, que eran dos hermanos pertenecientes a la familia que habitaba la casa lindera con el terreno del taller del ferrocarril, se ponían cada vez más ansiosos.

Ya desde un par de semanas antes, se pasaban todo el tiempo pensando en los regalos que iban a recibir y en el momento en que abrirían los paquetes.

Sus padres les habían enseñado que no era necesario escribir cartitas pidiendo algún regalo en particular, porque había que ser agradecido con cualquier cosa que recibieran; por lo tanto, ellos ni comentaban aquello que les hubiera gustado que les regalaran.

Los dos hermanos compartían la misma habitación, y, una noche, Patricia se despertó asustada por un ruido que la sobresaltó. Se quedó quietita en la cama y le pareció escuchar un murmullo. Comenzó a prestar especial atención y, cuando sus ojos pudieron percibir algo en medio de la oscuridad, vio a su hermano que se había arrodillado junto a la cama y repetía sin parar la misma oración:

–Por favor, niño Dios, traeme el libro de cuentos de los hermanos Grimm, por favor, niño Dios, traeme el libro de cuentos de los hermanos Green, por favor, niño Dios, traeme el libro de cuentos de…

Los chicos habían visto ese libro en la casa de la abuela y les había gustado mucho. Su mamá les contó que su hermano, cuando era como ellos, se pasaba horas leyéndolo e imaginando que era un príncipe valiente que luchaba contra dragones y brujas, y Federico se había quedado impresionado. Además, para él, su tío era un ídolo.

Patricia permaneció bien quietita, para que su hermano no se diera cuenta de que lo había escuchado, y se unió a su oración en silencio.

En esta familia, tenían la costumbre de abrir los regalos el 25 de diciembre por la mañana, aunque ya los dejaban junto al arbolito desde el 24 por la noche.

Ese 25 de diciembre, todos se levantaron por el grito que dio Federico.

–¿Qué pasa?– preguntó el papá asustado, pensando que había ocurrido algo malo.


–¡Dios me escuchó!– decía Federico una y otra vez–. Recibí el libro que deseaba. Yo lo pedí en mis oraciones, a la noche, arrodillado junto a mi cama, y se ve que me escuchó. ¡Dios me escuchó!

–¿Ese era tu regalo? ¿Seguro?– le preguntó la mamá.

–Sí, mamá, ¿no ves que tiene mi nombre?– dijo Federico, mientras le mostraba el cartelito pegado en el papel que envolvía al libro.

–¿Y vos que recibiste?– le preguntó a Patricia.

–Una pelota de voley. ¡Qué linda que es!

–¿De voley? Parece de fútbol– dijo el abuelo que vivía con ellos.

–¡No, abuelo! Es de voley– repitió Patricia.

La mamá se acercó a ella y le dio un fuerte abrazo.

–Mamá, ¿no vas a abrir tu regalo?

–No lo necesito, ya recibí el mejor regalo que podía desear…

viernes, 22 de noviembre de 2013

                El árbol triste Había una vez, algún lugar que podría ser cualquier lugar, y en un tiempo que podría ser cualquier tiempo, un hermoso jardín, con manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales, todos ellos felices y satisfechos.  Todo era alegría en el jardín, excepto por un árbol profundamente triste. El pobre tenía un problema: No sabía quién era.

Lo que le faltaba era concentración, le decía el manzano:

- Si realmente lo intentas, podrás tener sabrosas manzanas. ¿Ves qué fácil es?

- No lo escuches, exigía el rosal, es más sencillo tener rosas y ¿Ves qué bellas son?.

Y el árbol desesperado intentaba todo lo que le sugerían y, como no lograba ser como los demás, se sentía cada vez más frustrado.

Un día llegó hasta el jardín el búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol, exclamó:

- No te preocupes, tu problema no es tan grave. Es el mismo de muchísimos seres sobre la tierra. Yo te daré la solución: no dediques tu vida a ser como los demás quieran que seas... sé tú mismo, conócete y, para lograrlo, escucha tu voz interior. 
 - Y dicho esto, el búho desapareció.

- ¿Mi voz interior...? ¿Ser yo mismo...? ¿Conocerme...? , se preguntaba el árbol desesperado, cuando, de pronto, comprendió...

Y cerrando los ojos y los oídos, abrió el corazón, y por fin pudo escuchar su voz interior diciéndole:

Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Eres un roble y tu destino es crecer grande y majestuoso, dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros, belleza al paisaje... Tienes una misión: cúmplela.

Y el árbol se sintió fuerte y seguro de sí mismo y se dispuso a ser todo aquello para lo cual estaba destinado.

Así, pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos. Y sólo entonces el jardín fue completamente feliz.

Yo me pregunto al ver a mi alrededor...

- ¿Cuántos serán robles que no se permiten a sí mismos crecer?

- ¿Cuántos serán rosales que, por miedo al reto, sólo dan espinas?

- ¿Cuántos naranjos que no saben florecer?


En la vida, todos tenemos un destino que cumplir, un espacio que llenar...



No permitamos que nada ni nadie nos impida conocer y compartir la maravillosa esencia de nuestro ser. Démonos ese regalo a nosotros mismos y también a quienes amamos.

jueves, 21 de noviembre de 2013


Luz para el camino


Había una vez, hace cientos de años, en una ciudad de Oriente, un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida.
La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella.
madre 
En determinado momento, se encuentra con un amigo. El amigo lo mira y de pronto lo reconoce.

Se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo. Entonces, le dice:
- ¿Qué haces Guno, tú ciego, con una lámpara en la mano? Si tú no ves...


Entonces, el ciego le responde:
- Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mi...


- No solo es importante la luz que me sirve a mí, sino también la que yo uso para que otros puedan también servirse de ella.

Cada uno de nosotros puede alumbrar el camino para uno y para que sea visto por otros, aunque uno aparentemente no lo necesite.

Alumbrar el camino de los otros no es tarea fácil...Muchas veces en vez de alumbrar oscurecemos mucho más el camino de los demás...¿Cómo? A través del desaliento, la crítica, el egoísmo, el desamor, el odio, el resentimiento...

¡Qué hermoso sería sí todos ilumináramos los caminos de los demás!
feliz   

miércoles, 6 de noviembre de 2013

                                                                          La Chica


Dos monjes estaban peregrinando de un monasterio a otro y durante el camino debían atravesar una vasta región formada por colinas y bosques.

 
Un día, tras un fuerte aguacero, llegaron a un punto de su camino donde el sendero estaba cortado por un riachuelo convertido en un torrente a causa de la lluvia. Los dos monjes se estaban preparando para vadear, cuando se oyeron unos sollozos que procedían de detrás de un arbusto. 


 Al indagar comprobaron que se trataba de una chica que lloraba desesperadamente. Uno de los monjes le preguntó cuál era el motivo de su dolor y ella respondió que, a causa de la riada, no podía vadear el torrente sin estropear su vestido de boda y al día siguiente tenía que estar en el pueblo para los preparativos. Si no llegaba a tiempo, las familias, incluso su prometido, se enfadarían mucho con ella.
El monje no titubeó en ofrecerle su ayuda y, bajo la mirada atónita del otro religioso, la cogió en brazos y la llevó al otro lado de la orilla. La dejó ahí, la saludó deseándole suerte y cada uno siguió su camino.


Al cabo de un rato el otro monje comenzó a criticar a su compañero por esa actitud, especialmente por el hecho de haber tocado a una mujer, infringiendo así uno de sus votos. Pese a que el monje acusado no se enredaba en discusiones y ni siquiera intentaba defenderse de las críticas, éstas prosiguieron hasta que los dos llegaron al monasterio. Nada más ser llevados ante el Abad, el segundo monje se apresuró a relatar al superior lo que había pasado en el río y así acusar vehementemente a su compañero de viaje.


Tras haber escuchado los hechos, el Abad sentenció: "Él ha dejado a la chica en la otra orilla, ¿tú, aún la llevas contigo?".



miércoles, 30 de octubre de 2013

ENVEJECER CON DIGNIDAD

Cuidarás tu presentación todos los días. Viste bien, arréglate como si fueras a una fiesta, qué mas fiesta que la vida.
No te encerrarás en tu casa ni en tu habitación.
Nada de jugar al enclaustrado o al preso voluntario, saldrás a la calle y al campo de paseo, agua estancada se pudre y la máquina inmóvil se enmohece.

Amarás al ejercicio físico como a ti mismo.
Un rato de gimnasia, una caminata razonable, dentro o fuera de casa. Contra inercia, diligencia.

Evitarás actitudes y gestos de viejo derrumbado.
La cabeza gacha, la espalda encorvada, los pies arrastrándose, no. Que la gente diga un piropo cuando pases.

No hablarás de tu vejez ni te quejarás de tus achaques.
Acabarás por creerte más viejo y más enfermo de lo que en realidad estás y te harán el vacío. Nadie quiere estar oyendo historias de hospital.

Deja de autollamarte viejo y considerarte enfermo.
Cultivarás el optimismo sobre todas las cosas. Al mal tiempo buena cara, sé positivo en los juicios, de buen humor en las palabras, alegre de rostro, amable en los ademanes. Se tiene la edad que se ejerce. La vejéz no es una cuestión de años sino de estado de ánimo.

Tratarás de ser útil a ti mismo y a los demás. No eres un parásito ni una rama desgajada voluntariamente del árbol de la vida. Bástate hasta donde sea posible y ayuda con una sonrisa, con un consejo, un servicio.
Trabajarás con tu mano y con tu mente. El trabajo es una terapia infalible, cualquier actitud laboral, intelectual, artística. Medicina para todos los males, la bendición del trabajo.
Mantendrás vivas y cordiales las relaciones humanas. Desde luego las que se anudan dentro del hogar, integrándose a todos los miembros de la familia: ahí tienen la oportunidad de convivir con todas las edades, niños, jóvenes y adultos, el perfecto muestrario de la vida: luego ensancharás tu corazón a los amigos, con tal que los amigos no sean viejos como tú. Huye del bazar de antigüedades.
No pensarás que todo tiempo pasado fue mejor.
Deja de estar condenando a tu mundo y maldiciendo tu momento. Alégrate de que, entre las espinas, florecen las rosas. Positivo siempre, negativo, jamás. El anciano debiera ser como la luna, un cuerpo opaco, destinado a dar luz.




Hace mucho, mucho tiempo, antes de que los hombres y sus ciudades llenaran la tierra, antes incluso de que muchas cosas tuvieran un nombre, existía un lugar misterioso custodiado por el hada del lago. Justa y generosa, todos sus vasallos siempre estaban dispuestos a servirle. Y cuando unos malvados seres amenazaron el lago y sus bosques, muchos se unieron al hada cuando les pidió que la acompañaran en un peligroso viaje a través de ríos, pantanos y desiertos en busca de la Piedra de Cristal, la única salvación posible para todos.


El hada advirtió de los peligros y dificultades, de lo difícil que sería aguantar todo el viaje, pero ninguno se asustó. Todos prometieron acompañarla hasta donde hiciera falta, y aquel mismo día, el hada y sus 50 más leales vasallos comenzaron el viaje. El camino fue aún más terrible y duro que lo había anunciado el hada. Se enfrentaron a bestias terribles, caminaron día y noche y vagaron perdidos por el desierto sufriendo el hambre y la sed. Ante tantas adversidades muchos se desanimaron y terminaron por abandonar el viaje a medio camino, hasta que sólo quedó uno, llamado Sombra. No era el más valiente, ni el mejor luchador, ni siquiera el más listo o divertido, pero continuó junto al hada hasta el final. Cuando ésta le preguntaba que por qué no abandonaba como los demás, Sombra respondía siempre lo mismo "Os dije que os acompañaría a pesar de las dificultades, y éso es lo que hago. No voy a dar media vuelta sólo porque haya sido verdad que iba a ser duro".





Gracias a su leal Sombra pudo el hada por fin encontrar la Piedra de Cristal, pero el monstruoso Guardián de la piedra no estaba dispuesto a entregársela. Entonces Sombra, en un último gesto de lealtad, se ofreció a cambio de la piedra quedándose al servicio del Guardián por el resto de sus días...





La poderosa magia de la Piedra de Cristal permitió al hada regresar al lago y expulsar a los seres malvados, pero cada noche lloraba la ausencia de su fiel Sombra, pues de aquel firme y generoso compromiso surgió un amor más fuerte que ningún otro. Y en su recuerdo, queriendo mostrar a todos el valor de la lealtad y el compromiso, regaló a cada ser de la tierra su propia sombra durante el día; pero al llegar la noche, todas las sombras acuden el lago, donde consuelan y acompañan a su triste hada.



lunes, 7 de octubre de 2013

Bosque de hadas


Érase una vez un bosque de hadas, cada hada era especial en algo el hada de la alegría , la de las flores ,la de la luz y muchas mas como cada final año las tres diosas de la naturaleza se reunían para dar el premio al hada que más haya hecho en todo el año por la naturaleza el premio era un deseo que no sea de maldad las hadas hablaban entre ellas el hada de la música que era ella porque quien iba a poner el sonido al bosque pero el hada de la luz no opinaba lo mismo que quien iba a encender el bosque, pero el hada del cielo opinaba que quien iba a cambiar de noche a día, pero el hada del agua decía a la vez pero quien iba a llenar ríos, lagos y lagunas, las hadas discutían y discutían hasta que llego el día en que las tres diosas de la naturaleza bajaban desde lo mas alto del cielo para dar el premio a el hada que haya hecho mas por el bosque en todo el año pero antes de dar el premio dijeron que ningunas de las hadas había hecho nada por 
la naturaleza todas se quedaron pensativas pensando que querían decir tras un momento de silencio dijeron que el premio lo merecían todas porque el bosque no podía estar sin luz, ni sin agua, ni sonido, ni todas las cosas de las que aporta cada una de las hadas así que se tendrían que poner todas de acuerdo para pedir  deseo y el deseo que pidieron fue que el bosque siempre esté bien y no le pase nada le cumplieron el deseo y se marcharon y no discutieron más que quien era más importante porque se dieron cuenta de que eran todas y vivieron felices para siempre.